Una metáfora

El guión utiliza metafóricamente el ciclo de la vida (nacimiento, crecimiento, madurez y muerte) y el de la pareja para secuenciarlo en un breve espacio de tiempo. La acción se configura en un universo propio, aislado. No existe mundo más allá de la noche, el alba y los muros del cementerio.

Como en las historias de catalepsia de Edgar Allan Poe, Oscar Sipán reaviva el miedo romántico por excelencia; ser enterrado en vida. Es así como comienza a fraguarse la historia de un sepulturero, solitario y feliz, que protagoniza un encuentro singular y poético con la última moradora de su cementerio, una joven sepultada viva y rescatada por su propio enterrador.

El reducido número de personajes determina el rodaje: un hombre y una mujer interactúan en el interior de un precioso cementerio durante una noche, sin artificios ni concesiones. La estatua del ángel exterminador se convierte, gracias a la voz en off, en el alter ego del protagonista.

Éste es un proyecto arriesgado, exigente, que implica esfuerzo y creatividad para amasar y hornear cada secuencia, para transportar imágenes del papel a la pantalla sin viciarlas.

Il mondo mío destila realismo mágico. Gracias a la intensidad del trabajo de Fandós y a las imágenes encadenadas a un esquema sencillo, esta atmósfera sobrenatural arrastra al espectador a un abismo desconcertante.

 
 
 

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